Este relato es totalmente real y vivencial, fue un lunes 25 de septiembre de 2023, a las 6:00 de la mañana. Llegué a la Clínica FOSUNAB acompañado de mi esposa, Yolanda Prada Gómez, y mi cuñada, Nubia. Entregué la documentación de la cirugía de columna: Revisión, refusión y artrodesis intercorporal TLIF L4,5. Retiro Material y Artrodesis Posterior L4-S1. Eran las 7:22 de la mañana cuando fui llamado. Me despedí de Nubia, entré con mi compañera de vida, a toma de signos, luego me vistieron con la indumentaria quirúrgica. Al despedirme de mi bella esposa, sentí un nudo en la garganta, nos abrazamos y recibí su sentida bendición. Inmediatamente me trasladaron a canalización, donde mis venas siempre han sido esquivas, esta vez no fue la excepción. Necesitaron varios intentos para canalizar dos venas requeridas porque la cirugía demoraría más de cuatro horas. Recibí una dosis de antibiótico y me trasladaron a la sala de cirugía.

Al ingresar a la sala mi médico Nicolás Prada Ramírez, un excelente traumatólogo especializado en cirugía de columna de mínima invasión, con una trayectoria que lo posiciona como uno de los mejores a nivel Nacional. Me tendió su mano y me dijo "Listo, Mariano. Todo saldrá bien". "Dios lo guíe, mi confianza es total", le respondí con un apretón de manos que selló el compromiso. Cada uno de sus once colaboradores cumplían su rol. Al igual que los dos anestesiólogos Félix Rodríguez Guerrero y Mario Fernando Romero.

Uno de ellos me preguntó: “Señor Luis a ¿qué se dedica?”: Soy pensionado, “A qué bien”, ¿dónde trabajó? En la Universidad Santo Tomás y Sistemas y Computadores. “Muy bien˝. Estas son preguntas que pueden parecer de rutina, pero lo ubican a uno como paciente en otro plano. El reloj marcaba las 8:20 de la mañana, cuando de pronto sentí una máscara y escuché: “Respire profundo”, lentamente me fui a un estado de inconsciencia donde no hay sueños ni visiones, no se siente nada.

Cuenta mi esposa que a la 1:25 de la tarde, el doctor Nicolás, salió a presentar el reporte a mi esposa:

—“Mariano me puso a sufrir, la cirugía fue muy compleja pero ya está en recuperación”.

—No me diga doctor.

—“Tuve que cambiarle los tornillos de L5S1 porque no era conveniente dejar los huecos y coloqué unos de mayor grosor”.

—¿Cómo le fue con la tensión arterial?

— “La tensión estuvo sin problemas”. Concluyó el doctor Nicolás.

En otro escenario, siendo las 3 de la tarde desperté abruptamente con un dolor terrible en la pierna izquierda, era un dolor tan fuerte que sobrepasaba mi capacidad humana, mi mano presionaba fuertemente mi pierna izquierda. Sí, era como una pesadilla, estaba allí en la zona de recuperación. El dolor era implacable, solicité insistentemente un medicamento que calmara mi dolor neuropático, una enfermera me dice: Su médico autorizó Cefazolina 2 mg cada ocho horas y se espera valoración de Clínica del Dolor. Había pasado tan sólo una hora y sentía que era una eternidad. Me sentía fatal y pensaba ¿Qué pasó Dios mío? ¡Necesito hablar con el doctor Nicolás! Hice un esfuerzo para que escucharan mi voz di fónica, al fondo alguien respondió: “El doctor Nicolás está en cirugía” Me sentí abandonado sumergido en el dolor. Pasaron lentamente los minutos, hasta cuando llega un joven, se identifica como médico de la Clínica del dolor. Me hace algunas preguntas sobre la ubicación del dolor. Ordena una infusión de morfina de 5 centímetros cúbicos —Preparar morfina 25 mg en 250 centímetros cúbicos de Paracetamol de un gramo y cada 8 horas Pregabalina de 75 mg— y me dice: “Tranquilo estamos pendientes” En ese momento me hice una pregunta: ¿En qué términos debe uno como paciente explicar que el dolor es insoportable? ¿Cuál es el protocolo de medicamentos cuando el paciente manifiesta un fuerte dolor? Me resisto a pensar que la única opción es soportar el dolor.

Hacia las 6:00 de la tarde, se me acercó un joven, me saluda formalmente: “Don Mariano, ¿No me conoce?” No señor, le respondí. “Yo soy José Mario, amigo de Santi”. ¡Ay! José Mario, qué dolor tan duro. ¿por qué lo veo tan bajito, si usted es bien alto? “Es por esta ropa tan ancha”. “Ya le informé a Santi porque no sabían nada de Usted”. La verdad es que escuchar una voz amiga, es tranquilizante. José Mario está en el año de internado y pronto será médico.

Al comenzar la noche, le permiten a mi esposa ingresar hasta el área de recuperación, ella esperaba que estuviese calmado, pero al verme retorcido por el dolor, dijo “¿Qué pasó amor? No sé mi vida, pero no resisto este dolor, ya me aplicaron morfina y autorizaron un rescate. En ese momento llega el camillero e informa que me trasladan a piso, nos llevó hasta el área VIP, habitación 563, al llegar solicitamos agilizar el rescate de morfina autorizado, después de esperar un buen tiempo, decidimos llamar a la Jefe de enfermería, al llegar, le reiteramos la solicitud, pero ella dice: “¿Por cuál EPS vienen”? ¡Señorita no venimos por ninguna EPS! “Estamos aquí por medicina prepagada Axa Colpatria” Le respondió mi esposa. ¡Por favor que la atención VIP se vea, tengo un dolor muy fuerte! —Le respondí con cierto tono de reclamo— Ella, me preguntó: “Su dolor en una escala de 1 a 10 en cuanto lo califica” ¡Once, señorita! —Le respondí de inmediato— Creo que la actitud de la Jefe fue desafortunada, toda vez que, el servicio a un paciente sea cual sea su condición que manifiesta un dolor infernal se debe atender sin ninguna condición. Es más, como Jefe de enfermería debía estar enterada de las condiciones del paciente que llegaba a su área vip, así sea en la hora de cambio de turno.

La espera por el rescate de morfina fue desgastante. Sin embargo, la relación con el servicio de enfermería se fue mejorando y cuando llegó la nueva Jefe con la dosis de morfina le dije: Eres un ángel, muchas gracias. Esperé el efecto, pero el alivio fue leve, el dolor hace que las horas sean interminables y el sueño esquivo. Esa noche me acompañó Yury una enfermera contratada por mi esposa, no fue posible conciliar el sueño, hablamos de sus estudios de enfermería y la convencí de hacer lo imposible para graduarse. En el amanecer, el dolor me hizo reflexionar. Lo único cierto es que todos somos iguales ante Dios nuestro señor, él es el dueño de la vida y necesito tener la paciencia para definir el paso a seguir.

El camillero llega a las 10 de la mañana para trasladarme al piso cero, todo estaba dispuesto para tomar los Rayos X y la Tomografía. Esos dos exámenes fueron un suplicio, cada movimiento era como una puñalada en mi cuerpo frágil y que decir de la tomografía, esa fue la máxima tortura, al subirme al equipo, calcularon mal la fuerza y mi cuerpo tropezó con el borde. ¿Pueden dimensionar mi dolor? Creo que el desgarrador grito de dolor retumbó los pasillos del piso cero de FOSUNAB. Mi esposa cuenta que al escuchar mi alarido le brotaron lágrimas de dolor. La verdad ese momento fue extremadamente doloroso única y exclusivamente por la falta de cálculo y sensibilidad humana del personal de apoyo para operar los equipos.

A las 4:58 de la tarde, sorpresivamente llega el Doctor Nicolás y saludó: “Bueno don Mariano, ¿cómo sigue mejor, peor o igual?

—Uy, doctor estoy peor porque el dolor ya me llegó a los dos tobillos de la pierna izquierda y tengo una hipersensibilidad desde el tobillo hasta la rodilla, es muy dolorosa, hasta ahora llevo 26 horas de dolor. —Le respondí resignado—.

—¡Su dolor me tiene desconcertado! Es que, en ese lado, lo único que hice fue cambiarle los tornillos en la L5S1, le puse una platina en la mitad. Sin ningún problema. Fue lo último que hice y me gasté 20 minutos.

Pero es que su dolor es propio del trayecto de las raíces L4 y L5. —Manifestó el doctor Nicolás con franqueza—

—Continuó: “El dolor tiene características en este momento de síntomas radiculares, es decir, no tengo una explicación médica para el dolor, si en ese sitio no toque absolutamente nada. La vértebra que estaba corrida me la traje para atrás y por biomecánica se desliza hasta llegar a su puesto normal y obviamente mejora la estabilidad de la columna. Entonces la única opción es mirar la tomografía”.
A los cinco minutos regresó a la habitación y me dijo:

— “Mariano, ¿Está listo?” —Sí, dígame doctor.

—“¿Está listo para el tercer capítulo de su Crónica?”

—¿Por qué? —Respondí previendo el desenlace.

—“Se requiere reintervenir nuevamente y ya estoy coordinando con Bogotá para el material osteosíntesis”
—“Mi esposa le dijo: “¿Será posible ver las imágenes?”

Él respondió”: —“Claro, acompáñeme y le muestro”.

Era un hecho que el dolor sólo se erradicaba con una nueva cirugía. ¿Qué decir? Solo pensé en dar gracias a Dios y hacer una plegaria: Jesús de Nazareth, me entrego a ti por la redención de mis pecados, los pecados de mi familia y los del mundo entero, concédeme una vida sin este dolor, ilumina al doctor Nicolás, concédele la sabiduría para corregir esa presión en las raíces nerviosas, ¡Fue un momento sublime!

Esa noche se hizo eterna, cada vez que podía escuchaba los mensajes de voz de mis familiares y amigos que me recargaban de energía positiva. Encontré la canción a Jesús de Nazareth y sentía que el dolor se disipaba con mis lágrimas, que suplicaban misericordia. Aunque ya en ese momento la Clínica del dolor había autorizado una infusión de morfina permanente y tenía la posibilidad de aplicarme un rescate con solo oprimir un botón fui prudente para no ver tantas imágenes de personas, figuras geométricas y luces de colores que me causaban tanta solemnidad y reverencia.

Mi gratitud es infinita con el trabajo, la entrega, el profesionalismo y la voluntad de servicio del personal de enfermería, servicios generales y cáterin, entre ellas, las Jefes de enfermería y el personal de apoyo registradas en los diferentes turnos, desde el 26 hasta el 30 de septiembre de 2023, entre ellas quiero resaltar a Carolina y Estefanía, a quienes apodé “Las Gemelas Fantásticas” no son hermanas, pero tienen cierto parecido. Ellas dos al igual, que el enfermero Víctor Durán, son excelentes seres humanos, tienen una vocación de servicio extraordinario, para ellos infinitas gracias por cumplir sus funciones con tanta humildad, cariño y nobleza, son unos verdaderos héroes.

El ayuno inicio el día anterior y las horas de la mañana fueron larguísimas, el reloj indicaba la una y cuarenta minutos. Ya había soportado 47 horas de un dolor neuropático infernal, cuando mi bella esposa dice: “Amor ya vienen de cirugía”. —Mentalmente dije: “Gracias Jesús de Nazareth”. Efectivamente, mi cirujano envió a una de sus asistentes con órdenes precisas de llevarme a cirugía. Alguien dijo: “El camillero se demora”. De pronto una de las gemelas fantásticas Carolina y Estefanía dijo: “Yo lo llevo doctora” y de inmediato salimos, pero tuvimos que esperar un ascensor —no hay prioridad para pacientes—. Los minutos corrían lentamente, el dolor seguía socavando mi cuerpo. Por mi mente pasaban conceptos del servicio y de la practicidad de las decisiones administrativas, lo elemental puede llegar a ser esencial para la vida de un paciente. Por fin un ascensor y llegamos a cirugía. Me ubicaron frente a un reloj que marcaba las 2 de la tarde, los minutos pasaron lentamente. Se escuchaban voces de personas que conversaban alegremente, me preguntaba, ¿será posible que en esta área se permita hablar en voz alta de temas superfluos? La humanidad tiende a minimizar el dolor ajeno y convertir a las personas en seres insensibles. Me sentí en un desierto, esa era mi cruz, allí permanecí una hora.

Después de suplicar ayuda por varios minutos, una voz femenina exclamó: “Por favor ayuden al señor” fue entonces cuando se acercó una dama de cara angelical y me dijo: “Ya lo vamos a pasar, le voy a aplicar dos de oxicodona”, el dolor menguó un poco y de pronto se movió la camilla unos dos metros y nuevamente en sala de cirugía donde el aire acondicionado es intenso, equipos de tecnología de punta, lámparas circulares de varios tamaños con diseños y colores y un grupo de profesionales ajustando equipos, cada uno en su especialidad. Se acercó el doctor Nicolás y me dijo: “Bueno Mariano, todo va a salir bien”. Yo le dije: Que Dios los bendiga e ilumine. Confío en Usted.

El anestesiólogo ultimaba detalles y le dije: Doctor por favor aplíqueme ya la anestesia y provea una dosis qué al despertar, no haya dolor. “En un momento” —Me respondió con mucha bondad— Sentí un pequeño ardor en mi brazo izquierdo y me fui a un estado de inconsciencia profunda que permite a los cirujanos hacer las incisiones requeridas para realizar los procedimientos quirúrgicos. Uno en estado inconsciente no tiene noción del tiempo, es un estado sorprendente, al despertar, no sentí el paso de las horas.

Sí, al volver al estado consciente comprobé que ya no existía el dolor, en ese momento escuché una voz amiga: “Don Mariano, ¿cómo está? ¡Sin dolor! A Dios gracias, José Mario ¿Cuénteme, este tipo de reintervenciones son frecuentes? “Son más de lo que usted puede pensar”. —Dijo José Mario—. Reconstruyendo las horas en la unidad de cuidados postanestésicos, comprobé que llegué a las 7:55 de la noche. Sí, allí estuve un buen tiempo solo y alcancé a reflexionar y hasta cuestionarme.

Siempre he buscado tener una vida con calidad, por esa razón ya tengo en mi cuerpo varias intervenciones, ahora bien, la cirugía del lunes 25 de septiembre era necesaria porque no podía estar de pie más de 5 minutos por el dolor en la pierna derecha. La recomendación del doctor Germán William Rangel, un médico noble, de una calidad humana excelsa, me dijo: “Ya no podemos hacerle más bloqueos, lo remitimos nuevamente al doctor Nicolás Prada para que él decida el procedimiento˝ Aún recuerdo su mirada compasiva y su calidez al despedirme con un fuerte apretón de manos, ¿Qué decir de la reintervención practicada de urgencia, el pasado 27 de septiembre? Era absolutamente necesaria para corregir la compresión de las raíces nerviosas L4 y L5 porque era imposible soportar ese dolor neuropático implacable.

A las 9 y 45 minutos de la noche de ese miércoles 27 de septiembre, después de haber soportado más de 48 horas de dolor neuropático, estaba nuevamente en la habitación de la Clínica Internacional —FOSUNAB—. En ese momento la enfermera Jefe ajustaba la infusión de morfina y quise registrar en mi celular lo que pensaba y literalmente la grabación dice: ‘En estos momentos recibo las atenciones y el apoyo incondicional de la enfermera Jefe Liz Forero, ella al igual que una flor, es inmensamente bella, que en estos momentos de fragilidad es un alivio a mi dolor. ¿Qué pensaría ella?

El viernes 29 de septiembre a las 4 de la tarde, tuve la grata visita del doctor Nicolás y después del saludo, le lancé la pregunta del millón:

— ¿Doctor cuéntenos en su concepto cuál fue la causa de mi dolor?

—“El lado izquierdo se afectó al momento de reducir la listesis-inestabilidad entre L4 y L5. Un fragmento de la articulación quedo comprimiendo las raíces nerviosas L4 y L5 izquierdas. Al reintervenir, se resecó el fragmento de hueso que comprimía las raíces y con esto se liberaron los nervios que era el objetivo fundamental” Concluyó el doctor Nicolás.

—Reflexión: En medio del dolor, encontré consuelo en mi fe. La canción Jesús de Nazareth interpretada magistralmente por Dianette Méndez, cautivó mi atención y la fuerza de su voz, me transmitió la energía Divina para soportar el dolor. Jesús en su infinita misericordia me acompañó en todo momento, la emoción de su presencia hizo brotar de mis ojos lágrimas de gratitud.

Les comparto apartes de la letra:

“El Camino se me hizo largo
y el dolor no lo podía entender
causado por pruebas que me
quebrantaron.

Cómo puedo escapar
clamaba con mi voz
vino Jesús y me rescató.
Jesús de Nazareth
toda la gloria es para ti".

Esa energía Divina me dio fuerzas y me ayudaron a centrarme en el alivio que necesitaba. El doctor Nicolás una vez validó los términos médicos utilizados en la crónica, manifestó con la sinceridad que lo caracteriza “Mariano, muy claro y franco su relato, me impacta el dolor que sufrió, siento impotencia al no haberle podido controlar el dolor de inmediato, pero como la medicina es una ciencia inexacta, desafortunadamente, los cirujanos muchas veces nos vemos afectados por ese problema. Ojalá pudiera erradicarse por completo, pero sabemos que es imposible. Lo importante es ser conscientes que siempre lo que hacemos, está por encima de todo, no hacer más daño del que ya tiene nuestro paciente” .

Quiero expresar mi gratitud infinita a mi esposa, hijos, hermanos, a suegros, mis cuñadas — Nubia y Esperanza— y a todos los familiares y amigos por estar pendientes, a quienes me visitaron en la clínica, gracias por su compañía en este momento crítico de mi vida.